Las Bendiciones de la enfermedad

Al enterarnos de alguna enfermedad

Cuando eso ocurre, que nos llega una noticia realmente sorpresiva, caemos en el abismo abstraído del silencio, buscando respuestas que probablemente no vamos a encontrar, cómo; ¿Qué haría si a mí me pasa? ¿Si le da a la persona que yo amo, cómo lo voy a tomar? ¿Si le toca a uno de mis hijos? En fin, nadie sabe a ciencia cierta, cómo reaccionaremos ante tales posibilidades.

Si nos distanciamos de la incertidumbre y el dolor que nos acecha la noticia de una enfermedad y evaluamos cuidadosamente el propósito de por qué nos llega la misma, descubriremos que no es un castigo divino, que nuestro entorno no se detendrá y que el mundo no dejará de girar.

La enfermedad lejos de ser una maldición, es una bendición. Nos ayuda a poner en perspectiva lo que realmente es importante, se presentan enseñanzas en el camino para ti y los tuyos que antes parecían imposibles de obtener. Es una bendición porque le damos valor aquello que antes parecía insignificante y porque vemos el valor en nosotros a través de los ojos de los demás.

Este es un libro donde el Señor enseña a depender sólo de él y a triunfar sobre su susceptibilidad. Nos recuerda que además es el dueño de nuestro cuerpo.

Que seamos agradecidos por lo que tenemos aún en medio del sufrimiento y que Él nos renueva completamente, porque nos ama.

La sanación en su nombre revelará entonces sus bendiciones, reavivando no solo el alma sino también los cuerpos y despertándolos a una vida nueva.

«Por tu fe has sido sanado» (Lc. 18:42).